jueves, 21 de enero de 2010

Dos menos


La historia es bien simple. Se abre el telón y aparecen dos hombres tumbados en dos camas de hospital. A la izquierda, Pedro Casal (José Sacristán); a la derecha, Julio Poleri (Héctor Alterio). Los dos aparentan dormir.
Y no, no pretendo contaros ningún chiste. Es, simplemente, “Dos menos”, una obra de esa media realidad que es el teatro y que se representa hasta el 7 de Febrero en el Fernán Gómez (Metro Colón).
Desde el momento en el que Pedro se incorpora para chistar a su compañero, y más tarde le invita a viajar, a salir del hospital donde no quiere morir, sabemos que va a ser el espabilado de los dos; el realista, pragmático, que finge que todo le da igual. Por ello, Julio tiene que complementarlo: es mucho más conciliador, más optimista, melancólico y, sobre todo, sin vergüenza de expresarlo.
No sé qué es mejor, si escuchar a Sacristán con ese vozarrón despotricar sobre las mujeres embarazadas, ver el optimismo de Alterio con sus 28.875 televisores vendidos y a pesar de no haber olido nunca el amor, o que ambos consigan que toda la sala se ría, al poco de empezar la obra, con la palabra “Metástasis”. Porque una angina o un problema de uretra, pueden ser la excusa perfecta para escapar, huir, caminar sin necesidad de saber el destino. Y, como bien dice Julio: “Como no sabemos adónde vamos, no nos podemos desviar de nuestro camino”.
Ahora bien, incluso a aquellos a los que les queda poco tiempo de vida (a Pedro una semana, y a Julio, dos) les espera alguna que otra aventura siempre que estén haciendo autostop en el momento indicado en el lugar preciso, y estén dispuestos a echarse unos últimos bailes o descubrir, en un simple lago, que son mucho más que dos y que, paradójicamente a su situación, alguien va a renacer gracias a ellos.
Sentimentalismo, confesiones, humor negro, amistad… Cómo procuramos vivir de golpe cuando sentimos que ya nada importa, cómo nos refugiamos en las desgracias de los demás para no pensar en las nuestras… Y más amistad. Estas son las dosis medicinales que nos ofrecen este par de individuos durante 80 minutos en los que ni se cansan ellos, ni nos cansamos nosotros.


Dos más, dos grandes. El vitalismo al cuadrado no tiene por qué ser una simple fórmula.

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